El 26 de junio del 2009, celebramos el natalicio del 101 aniviersario del nacimiento del Presidente Dr. Salvador Allende Gossens. Nace en el seno de una familia acomodada, pero con profundas raíces democráticas y libertarias. Desde muy pequeño manifestó interés especial por las causas sociales, seguramente influido por su entorno familiar y relacional. Es así que siendo estudiante secundario a los 14 años, estando en Valparaíso conoce al zapatero anarcosindicalista italiano Juan Demarchi, quien le explica respecto de las diferencias de clase, la represión burguesa y la revolución. Este interés social y político se manifiesta desde temprano siendo estudiante de Medicina en la Universidad de Chile, donde prontamente se transforma en dirigente estudiantil. Como era propio del Régimen injusto imperante, fue encarcelado por las luchas estudiantiles. Fue fundador del Partido Socialista de Chile en 1933, Diputado y Senador por Aconcagua, Ministro de Salud del Gobierno Popular de don Pedro Aguirre Cerda, el Presidente Radical nacido en Pocuro, comuna de Calle Larga. Se postula durante cuatro veces a la presidencia de la República, en los años 1952,1958, 1964 y en 1970, año en el que triunfa encabezando una coalición cuyos Partidos fueron el Comunista, Socialista, Radical, Mapu, Mapu-OC, Izquierda Cristiana, USOPO e Independientes que constituían el poderoso referente del pueblo el Partido Federado de la Unidad Popular (UP). Su gobierno contó con un Programa acordado tanto con la UP y la Central Unica de Trabajadores (CUT), orientado a traer dignidad a nuestra patria , a sus trabajadores, campesinos, pobladores, jóvenes que por millones se sintieron interpretados y dignificados, por lo que el pueblo de Chile se organizó y luchó venciendo en todas las batallas electorales que le correspondió enfrentar.
Una Promesa de Honor
El joven Salvador Allende, ya líder del movimiento estudiantil chileno, a la muerte de su padre, y ante su tumba, lanza una promesa de honor, trascendente como pocas lo serán, en lo privado como en lo público, a lo largo de su intensa vida.
En esta promesa, proferida en circunstancias existenciales tan removedoras, Allende se consagra a la lucha social, en un acto que antes que ideológico, responde, al estar de lo expresado por el chileno Tomás Moulian , a la fuerza de los afectos, que tiene asiento a su vez, en el mensaje ético que fue la vida de su propio padre. La tragedia de Allende, que es tanto la del propio Chile como la del resto de nuestra región, al ingresar en la hora más oscura del siglo XX, trae consigo la simiente de una esperanza que permanece y es aún posible divisar en el horizonte cercano de una persona, de un ser responsable que busca ser solidario en el día a día, junto al diferente. Excede y hasta conspira con la intención que anima estas palabras, el pretender desarrollar aquí y ahora, una visión crítica de la llamada "vía chilena al socialismo". Antes bien, pretendo dar testimonio de un legado moral y político plenamente vigente y cargado de posibilidades de darse lugar en nuestros pueblos.
La muerte y la restauración de Salvador Allende
Las últimas horas de este hombre fueron una ofrenda a su nación, a la humanidad y un mentís a las burdas calumnias de los verdaderos traidores de la patria chilena. Salvador Allende luchó hasta el final; no se suicidó sino que lo mataron en lucha abierta, al llegar una patrulla de amotinados hasta la propia Presidencia. Y allí no contentos con verle caer, todos los presentes dispararon sobre el cadáver y el más vil de ellos, le dio culatazos en su rostro, desfigurándoselo a tal punto que su viuda, único ser presente en un entierro llevado a cabo en secreto, no se le permitió ver su cara.
¡Ah, querido Hermano Salvador Allende, mientras se te desprendía la carne de los huesos, sea por las balas que laceraban tu carne como tus huesos, sea por los cobardes golpes con la culata de un arma a manos de un innoble oficial del ejército de O´Higgins, el proceso de restauración tuvo lugar. Tú, Hermano Salvador Allende, dejaste la mortal vestidura para ser el referente vivo que hoy todos tenemos en alta estima y como ejemplo perfecto de lo que un hombre libre y de buenas costumbres debe ser para sí como para los suyos, tomando por tales a todos los hombres y todas las mujeres de a pie, esos que son los eternos olvidados al festín de los pequeños. Por tanto para ti, los tuyos fueron, por extensión, la humanidad toda, querido Hermano Chicho.
A poco que la oscuridad ceda su paso a la luz, comenzará a salir por sobre el mar el astro rey y con él, sé que habré de verte, mi Hermano, sonriente incluso al presagiar nuevos y mejores tiempos. Y este acto, aunque desiderativo, no dejará de reiterarse, rítmicamente, mientras la obra humana, que fue la tuya, que es hoy la nuestra, obreros todos de una obra que nos convoca permanentemente a estar presentes y que propende, en suma, a la construcción de un porvenir pleno en dignidad y equidad. Por ello, cuando vemos caer a tus enemigos más acérrimos, sólo atinamos a volver la mirada a tu proceder, al de los tuyos que es tu sufrido pueblo, en la busca permanente de un amanecer pleno para todos nosotros. Mientras estos pobres seres mueren, tú en cambio, has traspasado las puertas de la eternidad, y eres, como dije, como decimos todos, referente vivo de que la ética es posible, de que el camino es transitable y que la meta que tú comenzaras a construir, nosotros todos habremos de seguirla desarrollando.
Y si acaso nos toca morir y no lo logramos, Hermano, otros seguirán nuestra misma obra, la tuya, la de todos, hasta alcanzar la construcción perfecta de lo humano en el hombre, en responsabilidad, en solidaridad y en libertad.
Hasta siempre, pues, Hermano Salvador Allende, presente en el corazón de todos los chilenos.
Felipe Henríquez Ordenes.
Fundación Salvador Allende.