domingo, 27 de febrero de 2011

27 F: Un día en que la tierra nos recordó lo pequeños que somos

A menos de una hora resulta impactante e incluso doloroso detenerse a recordar los sucesos de aquel verano, casi fin de mes y principio de año laboral y/o escolar, donde la tierra decidió demostrarnos que a pesar de la supuesta omnipotencia del hombre, donde la visión antropocéntrica y majestuosa del ser humano, que con avances tecnológicos y científicos ha tratado de hacernos creer que tenemos la facultad para hacer con el planeta lo que se nos plazca, no somos nada ante su mandato.

Una noche como todas, donde Chile celebraba su año bicentenario con su festival bicentenario, -donde a lo Carlos Pinto- nada haría presagiar lo que ocurriría después. A las 3:34 un sismo que en ese momento sacudía a gran parte de Chile nos despertaba con una violencia pocas veces vista. El ruido, movimiento, los objetos que caían, las casas que se derrumbaban sin poder hacer nada, las personas que morían con el paso de los segundos, ya sea bajo el manto de sus propios hogares o bien acallados por las heladas aguas de ese “mar que tranquilo nos baña”, ese pacífico por un momento se volvió incontrolable, con una gran sed de venganza, limpieza o simplemente de un destino irremediable para muchas personas. La devastación fue total, sobre todo en aquellos lugares donde el movimiento telúrico tuvo una mayor fuerza, era desgarrador ver aquella imagen dantesca de destrucción y muerte, donde no solo se perdían vidas humanas o animales, sino también ilusiones y esperanzas, hecho que inevitablemente daba paso a la desolación y a las ganas de no seguir viviendo.

La primera parte sería difícil, levantar el alma, asimilar la situación y seguir caminando, nada fácil cuando en un segundo todo cambio, pero ahí está la fuerza del chileno, donde en ocasiones se exagera pero que en este momento se manifestaba con todo esplendor. El empuje, la garra y las ganas de salir adelante serían el estandarte para ponerse de pie, pero primero había que llorar, gritar, botar todo aquello que ennegrecía el alma de un país. El duelo sería largo, muchas veces cruel, pero poco a poco iría perdiendo fuerza. Posteriormente y tras un largo transitar vendría quizá lo más complejo, la Reconstrucción no sólo de viviendas, sino además de vidas, la que sería lenta, quizá más de lo que todos quisiéramos. El gobierno de turno asumía un compromiso, tener la operancia que el gobierno saliente no demostró según su parecer, con el tiempo se vería si esto sería real o bien una promesa más como tantas otras, los afectados tendrán su veredicto.

Ya será un año, en el cual se ha avanzado mucho dice el gobierno o poco en palabras de los damnificados, finalmente es cosa de mirar y darse cuenta cual es la realidad. A lo largo de este año hemos sido testigo de otros terremotos en diversos países, quizá tan devastadores como el nuestro, recordándonos aquella fatídica noche en que Chile sumó a sus conmemoraciones una nueva fecha, triste pero a la vez para detenernos a pensar y mirar hacia atrás para enmendar los errores y entre todos levantarnos otra vez, ya que mientras más manos sumemos, más fácil y menos doloroso será mirar al futuro y caminar juntos y sin miedo, como tantas veces lo hemos hecho.     

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