El trabajo Social desde sus inicios ha sido una profesión con un gran sentido social, ya sea por su cercanía con las personas, su compromiso con las problemáticas sociales y/o particulares y con la propia visión de la carrera, la cual se ve fuertemente influenciada por el contexto en el cual se desarrolla ésta, pues es preciso señalar que la labor desarrollada en un comienzo, tenía directa relación con temáticas de higiene y cuidados en salud, hecho que con el paso y avance de la disciplina ha ido variando constantemente. En ese sentido, la ética es un elemento esencial en la transformación que ha tenido la labor hasta nuestros días.
Para comenzar, es importante considerar que el trabajador social se ve continuamente enfrentado a diversas situaciones que ponen en jacke su ética profesional pero sobre todo personal, esto se da principalmente, por la relevancia que tiene en nosotros los valores propios y la forma en cómo miramos el mundo, lo que en ocasiones se ve contrapuesto a lo que el código profesional nos plantea. En palabras simples, ¿Qué pasaría si un profesional debe trabajar con una persona homosexual que acude a él para que lo oriente, teniendo un concepto de familia compuesto por un hombre y una mujer? ¿Será capaz de dejar a un lado su concepción de vida y atender la problemática?, la respuesta podría ser obvia, puesto que al estar ejerciendo y lo que se inculca en la formación académica es que tenemos un código ético que debe ser llevado a cabo. Por lo mismo, si se nos dice que “los trabajadores sociales tienen la responsabilidad de oponerse a la discriminación negativa por razones de capacidad, edad, cultura, género o sexo, estado civil, estatus socioeconómico, opiniones políticas, color de la piel u otras características físicas, orientación sexual o ideas religiosas” (FITS, 2004. p.2) esto debiera ser una máxima sin mayor cuestionamiento, ahora bien ¿Qué sucede con nuestra propia ética? ¿Es posible dejarla de lado en un 100% al momento de ejercer?, pareciera que sí, pero si nos enfocamos en que ética sería “un conjunto de normas que un sujeto ha esclarecido y adoptado en su propia mentalidad” (Soto, s/f. p.5) donde además este proceso se da a través de la reflexión y análisis que el mismo sujeto ha realizado, siendo un suceso que se da de manera interna y que no involucra la visión de la sociedad (Soto, s/f) la discusión pasa a tener un tinte distinto.
Considerando lo antes mencionado, ¿Qué relación tiene la ética con la libertad? ¿El trabajo social como profesión puede hacerse cargo de esta relación?, primeramente, es importante aclarar a que apunta esto. Como bien se planteaba en el párrafo anterior, la ética desde este punto de vista sería una construcción propia a partir de preceptos que se nos entregan como insumo y que en base a la reflexión que se pueda hacer de ello, será adoptada o no, entonces el medio donde nos desenvolvemos y lo que vamos aprendiendo en nuestra vida son elementos importantes para la formación de nuestra ética. En esa línea, si una persona tuvo un accidente lo suficientemente grave como para quedar tetrapléjico y completamente dependiente de los demás decide morir, pues a raíz de lo que él considera, la vida que está llevando a cabo no es digna, ¿Cuáles serían las razones para negarle esta posibilidad?, tomando en cuenta que estamos apelando a que cada persona en su mundo interno va forjando su propia ética, donde estarían incluidos sus valores, “de modo que ciertas cosas nos convienen y a lo que nos conviene solemos llamarlo “bueno” porque nos sienta bien; otras, en cambio, nos sientan pero muy mal y a todo eso le llamamos “malo”. Saber lo que nos conviene, es decir: distinguir entre lo bueno y lo malo, es un conocimiento que todos intentamos adquirir -todos sin excepción-” (Savater, 1991. p.21), por tal circunstancia, los cuestionamientos que van dirigidos a la acción que quiere realizar está persona y que son justificados por una mirada ética, en un sentido práctico es lo que a nosotros nos parece bueno o malo, o bien lo que alguien más nos dijo. Es de este modo como a partir de tal hecho podemos señalar que esta transformación hacía lo bueno y lo malo es lo que nos llevaría a la moral, porque “tiene una base social, siendo un conjunto de normas establecidas en el seno de una sociedad y como tal, ejerce una influencia muy poderosa en la conducta de cada uno de sus integrantes” (Soto, s/f, p.6), teniendo esta característica, se vuelve completamente impositiva, determinando toda acción de las personas, y en el caso que este actuar no sea acorde a lo que dicha moral plantea, la sanción social no se deja esperar. Pensando en aquello, ¿Dónde quedaría esta libertad para construir nuestra ética y la forma de llevarla a cabo?, pues a partir de la definición que hemos utilizado, la palabra que se puede rescatar de la misma es la “libertad”, libertad en la reflexión, análisis y adopción de una mentalidad específica, por lo mismo, si este personaje decide morir, ¿Por qué no dejar que lo haga?, pues es su decisión y juegan en esto varios elementos que apoyarían dicha moción. Lo primero es que si bien hay una visión concreta en cuanto a la vida, ya sea a nivel social, moral y jurídico, también “por mucha programación biológica o cultural que tengamos, los hombres siempre podemos optar finalmente por algo que no esté en el programa (al menos que no esté del todo)” (Savater, 1991. p.29), por ende la posibilidad de elegir está a la vuelta de la esquina, el problema surge cuando esa capacidad se niega, e impone a una sola posición, pues más allá de la propia postura de la persona en sí, es del profesional que debe poner en la balanza su ética personal y la profesional, aun cuando para muchos la segunda tiene mayor importancia. En segundo lugar, “no somos libres de elegir lo que nos pasa, sino libres para responder a lo que nos pasa de tal o cual modo” (Savater, 1991. p.29), en ese sentido la imposición de la sociedad estaría impidiendo que esto se lleve a cabo. Es claro, nadie desearía quedar tetrapléjico y dependiente en gran medida, más aun una persona que en el transcurso de su vida se desarrolló con total autonomía, por ende, desde este punto de vista es totalmente factible el disponer de su vida apelando a este principio. Si a esto le sumamos que actualmente la concepción de libertad apunta a que se puede elegir en el mercado, donde la propiedad privada es parte de este desarrollo personal que se va gestando, entonces ¿Por qué no ver la vida como parte de dicha propiedad?, es probable que bajo este análisis tal hecho se considere antiético por donde se le mire, ya sea porque la vida no es un producto más, el cual se pueda comercializar o acabar con él en cualquier momento, porque involucra a todo un sistema familiar y porque hay sentimientos de por medio, además de la expresa visión de la sociedad que crítica este proceder, lo que se ve completamente normado por un marco jurídico que limita toda acción que apunte a vulnerar aquello. El gran conflicto que se presenta es que “no podemos hacer cualquier cosa que queramos, pero también es cierto que no estamos obligados a querer hacer una sola cosa” (Savater, 1991. p.29), en concreto tal afirmación no sería tal, pues como no está legalizada la eutanasia, la persona debe seguir viviendo aun cuando no quiera hacerlo, en cambio, si decide llevarla a cabo igual es sancionado su actuar, generalmente esta normalización de los actos se ve justificada a partir de la idea que, si esto se ve reglamentado, el acto en cuestión se vería recurrentemente cometido, afectando el orden de la sociedad, en ese aspecto esta posibilidad de optar entre lo que nos parece éticamente correcto y no, se ve truncado.
Retomando la ética profesional, y continuando con la disposición que se pueda hacer de nuestra vida, ¿Qué posición tiene el Trabajo Social con respecto a este punto? Si apelamos nuevamente al código ético, éste plantea que “los trabajadores sociales deben respetar y promover el derecho de las persona a elegir por sí mismos y a tomar sus propias decisiones, sea cuales sean sus valores y opciones de vida, siempre que no amenacen los derechos e intereses legítimos de otros” (FITS, 2004. p.2), de este modo, y ante una situación de este tipo ¿El trabajador social puede apoyar una petición así? ¿Su ética profesional se lo permite sin problemas?, es probable que dicha libertad de acción no sea del todo manifiesta, pues hay algo que se lo impide y es lo jurídico, el profesional puede entregarle todos los insumos a esta persona para que lleve a cabo su deseo, pero siempre habrán terceros involucrados que verán mermado su propio bienestar, donde al desencadenarse esto, toda acción profesional que apunte a dar una respuesta positiva a dicha petición se verá entorpecida, por tanto, aun cuanto mi propia ética sea acorde a la ética profesional, siempre habrá un obstáculo para que esto se desarrolle sin impedimentos.
Concluyendo, resulta sumamente complejo el poder aplicar del todo la ética profesional en el quehacer del Trabajo Social, sin que tus propios valores y esa ética personal que se está formando genere conflicto, por lo mismo y apelando a lo que el código plantea, tomar en cuenta la postura de la persona con la que se está trabajando es fundamental para un desarrollo sano y efectivo de la profesión. Considerando lo anterior, esta construcción ética desde el Trabajo Social no es del todo posible según todo lo antes expuesto, debido a la constante disputa entre lo que creemos y lo que la profesión nos dictamina, por tal razón es posible notar múltiples situaciones en las cuales los valores propios pasan a ser protagonistas en el desempeño del trabajo a realizar, siendo perjudicadas todas aquellas personas que requieren de nuestra labor, por tal hecho el desafío es apuntar a los aspectos en común de ambas propuestas éticas para empezar a construir y desarrollar de mejor forma el quehacer profesional, siendo conscientes que nuestros valores siempre estarán presentes, porque somos parte de la realidad en la que trabajamos.
Bibliografía
Federación Internacional de Trabajadores Sociales [FITS] (2004): “Código de Ética de la FITS”. Aprobado por la Asamblea General de la Federación Internacional de Trabajadores Sociales y de la Asociación Internacional de Escuelas de Trabajo Social. Australia.
Savater, Fernando (1991): “Ética para Amador”. Editorial Ariel, S.A. España.
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