Para
poder analizar lo anterior, es importante tener presente que el ser mujer, desde
lo que se entiende en base al género y sexo, va a incidir en las posibilidades
de insertarse socialmente, esto en relación al desenvolvimiento con el
colectivo y la realización personal. Por un lado, el género apunta a “la
construcción cultural de las diferencias sexuales. Vale decir, cada grupo
humano elaborará una determinada manera de concebir lo masculino y lo femenino,
así como las relaciones entre ambos, y esa elaboración tiene que ver con su historia particular, con su modo
específico de morar el mundo” (Montecino, 1996. p.187). En ese sentido, si se
reflexiona en torno a la película la “Teta Asustada”, es posible notar cómo el
ser mujer se relaciona con el ser madre, esposa e hija, es decir que su vida
esté normada por esos roles, ya sea por la importancia que se le atribuye al
matrimonio, por las expectativas que se tienen sobre éste (hijos y vida en
pareja), y por las pocas oportunidades que se vislumbran en torno a la realización
profesional femenina, sumando que esta proyección futura es un patrón que
generalmente se repite de generación en generación, por lo que las madres
enseñan a sus hijas, lo que sus progenitoras les enseñaron antes, cuestionando
duramente la plausibidad de optar por no seguir con la tradición patriarcal, donde
“es posible constatar que toda la vida de los seres humanos se halla atravesada
por su condición genérica femenina o masculina, mediatizando así las maneras de
sentir, pensar y actuar la realidad, configurando la subjetividad individual”,
la cual provoca que en la escala valórica adquiera mayor importancia el
responder a ciertas “obligaciones” que muchas mujeres plantean les son más
propias que otras, de hecho, no hace mucho tiempo se criticaba que las féminas
fueran futbolistas, asumieran trabajos en las minas, talleres mecánicos, etc.
así como el mismo hecho de la inserción de la mujer al mercado laboral en toda
la extensión del suceso. (Hernández, 2006. p.3). En esa línea, esto puede estar
directamente vinculado a los principios de igualdad y libertad, considerando,
por cierto, que apelar a la igualdad resulta complejo, empezando por la
distinción que se debe hacer a partir de lo que se comprende por sexo, puesto
que éste se “refiere a los rasgos fisiológicos y biológicos de ser macho o
hembra” (Hernández, 2006. p.1), por tanto es hereditario, o sea, las cualidades
y capacidades de uno u otro estarán expresadas a raíz de esta condición, donde
habrá una estructura ósea distinta, una motricidad fina determinada, etc. así
como habilidades existentes que se van trabajando con el tiempo, por cierto,
esto no quiere decir que las mujeres sólo estén capacitadas para un tipo de
labor, sino más bien que esto visto desde una perspectiva machista, a partir de
características específicas, genera que se les encasille de un modo particular,
e invalide en base a la realización de labores concretas, como es el cuidado de
los hijos, la mantención del hogar y el atender al esposo, consiguiendo con
ello que cualquier aspiración personal se vea postergada. Bajo este precepto es
que el mundo de lo privado fue delegado a la mujer, mientras que lo público era
dominado principalmente por hombres, por tal hecho el concepto de ciudadanía
adquiere un valor distinto para cada genero, sobre todo en cuanto a toma de decisiones,
tanto en lo político como en relación al mundo propio, confinando a la mujer a
la vida doméstica, donde tampoco el trabajo llevado a cabo por ellas se le
asigna algún valor, sino más bien se le quita importancia y se asume como una
obligación innata.
“En
el imaginario social, lo esencial en la feminidad, desde su construcción
sociocultural, es lo natural, lo biológico, representado en la capacidad
exclusiva de la maternidad y de ahí ‘emocionalidad’, el cuidado, el ser para
los otros, la fragilidad, la dependencia, entre otros. Mientras que la
masculinidad, viene dada por la cultura, la creación, el pensamiento abstracto,
la trascendencia social de la biología. De ello se desprende que lo relacionado
con lo natural-biológico-mujer, en el proceso de construcciones simbólicas y la
práctica concreta, emerja como inferior o subordinada a la cultura-hombre” (Hernández,
2006. p.3), ante este escenario con los estudios de la mujer, y el auge que
cobran ellas a nivel social, ya sea a través de estos mismos estudios como de
los movimientos feministas, se logra el reconocimiento
del valor de la producción doméstica y del papel de las mujeres en la red
social que apoya y reproduce la existencia social. En los años setenta se hacía
necesario hacer visible lo invisible. Reconocer, nombrar y otorgarles
existencia social, puesto que la existencia es un requisito para la
autovaloración y para la reivindicación (Jelin, 1996), por tal hecho es que las
demandas de la mujer se van volviendo cada vez más recurrentes y con mayor
adhesión, posesionándose así una identidad distinta, donde las
reivindicaciones, “las prioridades políticas o los ámbitos de lucha en contra
de discriminaciones y opresiones pueden variar, siempre y cuando se reafirme el derecho a tener derechos y el derecho
(y el compromiso) de participar en el debate público acerca del contenido de
normas y leyes” (Jelin, 1996.p.4). Con ello se estaría avanzando
a dejar de lado el universalismo y esa concepción donde existen características
propias de todas las mujeres, donde se generaliza el ser mujer a partir de
hechos particulares y cotidianos como es el tiempo de demora en arreglarse, la
compulsividad en las compras, la indecisión y falta de claridad frente a
ciertas situaciones, entre otras, asumiendo de este modo que no existe opción
de que una fémina se comporte de manera distinta. Frente a esto, cada cultura
elabora de manera diferente lo que es ser hombre y ser mujer, es decir cada
cultura elabora sus propias identidades de género a partir de su condición
biológica, de las diferencias propias entre los sexos, por ello en la película
se ve la importancia de la sexualidad reflejada en la protagonista, justificada
a partir de un hecho histórico, entendido desde la cosmovisión y vivencias de
Perú, donde la “Teta Asustada” es una enfermedad que se transmite por la leche
materna de mujeres que fueron violadas por soldados durante el terrorismo en
dicho país, donde los/as afectados nacen sin alma, porque a raíz del susto
sufrido frente a la agresión estando en el vientre de la madre, el alma se
esconde en la tierra, cargando los/as perturbados/as un terror hereditario, que
los/as aísla de los demás. Esta creencia andina del traspaso del miedo y la
tristeza de madre a hijo/a, puede ser comprendido además desde la construcción
simbólica del género, puesto que las diferencias biológicas encuentran
significado dentro de un sistema cultural específico determinado por la
sociedad a la cual se pertenezca (Hernández, 2006), es así como no podría
entenderse la transmisión del miedo por parte del padre a los hijos por otros
medios, debido a la concepción existente con respecto al apego de la madre con los
niños, y a su labor maternal, esto en cuanto a cuidados, abrigo, alimentación,
seguridad, etc. A esto también se suma el desarrollo de la sexualidad por parte
de la mujer, y como ésta es percibida por el hombre, porque estando en pareja,
muchos creen que sus esposas o novias son de su propiedad, por lo que ellas
están obligadas a obedecer y a acatar todo lo que planteen. Asimismo en casos
de conflictos bélicos se manifiesta otra forma de vulnerar los derechos humanos
de las mujeres, esto a través de la violencia sexual, donde se les obliga a tener
relaciones de este tipo y/o se abusa de
ellas (niñas y madres), donde tal conducta se vería amparada en la asimetría de
los géneros y la posición inferior de las mujeres, hecho que sería un factor
común para todas las culturas, donde de acuerdo a esta posición, ellas siempre
se hallarían asociadas a lo que la
cultura desvaloriza, debido a la correlación de la mujer con lo natural, la
naturaleza (Hernández, 2006). De la misma manera, desde la perspectiva de la
construcción social, esta convivencia dispar sería explicada en base al papel
económico que juega la mujer en la sociedad, determinado por la división sexual
del trabajo, donde el origen de la subordinación de las mujeres, el matrimonio
monogámico y el desarrollo de la familia, esto ligado al surgimiento de la propiedad
privada (Hernández, 2006), viéndose a la mujer como una mercancía sin voluntad
propia para decidir qué hacer con su vida. Por tanto este punto, sobre todo el
matrimonio monogámico, no existe debido a la creencia religiosa que Dios
plantea que la unión entre hombre y mujer se debe dar solo entre una pareja,
sino que el hombre lo estipula de tal manera para asumir un dominio importante
sobre la mujer, consiguiendo con esto que ella no tenga oportunidad alguna de
tener una relación con otro hombre además de él, caso contrario es lo que
ocurre muchas veces con ellos, que pueden asumir múltiples relaciones amorosas
y para los ojos de la sociedad es visto como ganador, como alguien que merece
respeto, mientras que la mujer es percibida como impura y desleal, mereciendo
de esta manera todo el desprecio y juicio social. Es así como para la situación
de las féminas, el “cuerpo al tener la capacidad de gestar la vida, cobra un
valor social muy especial. La necesidad del control del cuerpo de la mujer
proviene de la simultaneidad de la propiedad privada y la transmisión
hereditaria de la propiedad. Cuerpo que da placer sexual, cuerpo que da hijos.
Cualquier intento de ejercer poder sobre la reproducción implica apoderarse y
manipular el cuerpo de las mujeres, sea de forma privada o pública (políticas
de población, ideologías y deseos de paternidad), donde el deseo de las mujeres
puede contar, o no”. (Jelin, 1996. p.10), En base a esta postura, es que se ve
justificado además el imponer una visión en referencia a los derechos
reproductivos de las mujeres, fundamentada en elementos valóricos, que se
presumen son compartidos a nivel social. La fuerte presencia de la Iglesia Católica y el tradicionalismo ideológico, el enraizamiento de prácticas e
ideologías que culpabilizan a la víctima, (Jelin, 1996. p.10) genera que se
sancione a quien no respete aquel dictamen, logrando así que aquellas mujeres
que estimen conveniente abortar, por ejemplo, deban realizar esta acción de
manera clandestina, exponiéndose a tener perjuicios tanto legales como de
salud, siendo a partir de este momento donde se tensionan los derechos
individuales con los derechos colectivos, donde se vuelve más respetable
procrear antes que “matar una vida”. Es de este modo como se puede entender, lo
que ocurre en el caso de Fausta, quien se introduce una papa en su órgano
reproductor como método de prevención de embarazo en caso de violación o abuso
sexual, pero que debe enfrentar y convivir con ella, donde no se le da la
posibilidad de elegir que hacer con su cuerpo, sino que se asume que la única
manera de evitar cualquier situación de vulneración de derechos es a través de esta
acción. Considerando lo antes mencionado, es que es posible apreciar el control
de la libertad de las mujeres en torno a su sexualidad y a su desenvolvimiento
personal y profesional.
En relación a esta temática, el industrialismo y la modernidad
trajeron cambios sustanciales en la modalidad de apropiación del cuerpo
femenino, sin eliminarla: se producen nuevos desarrollos tecnológicos para
prevenir embarazos y combatir la esterilidad, generándose así un nuevo ideal de
familia con pocos hijos. (Jelin, 1996. p.10). No obstante estos adelantos, aun
se siguen reglamentando los derechos reproductivos de las mujeres, donde en el
caso de Chile además de ser prejuiciosos con la temática sexual, en cuanto a
actividad y postura referente al tema. Se mantiene el control de la natalidad
de las mujeres, en cuanto a decisión y herramientas para continuar o no con un
embarazo, delegando esta labor a un grupo de personas que deben dirimir sobre
este hecho, como es el Tribunal Constitucional. Frente a esto se podrá
cuestionar que quienes integran dicho organismo son hombres y por tanto no
tienen una visión global de lo que implica ser madre, pero a su favor es
importante plantear que para avanzar en el tema es necesario que exista “co-responsabilidad
materna y paterna en el cuidado de los hijos, lo que requiere que los padres
tengan voz en la decisión del cuándo y el cómo de la concepción y gestación de sus
hijos. Y esto vuelve a plantear la necesidad de pensar la dimensión relacional
de la pareja y de la sociedad en el tema de los derechos reproductivos, para
así superar la visión de una lucha entre las unas y los otros. (Jelin, 2006.
p.12),
Frente a todo lo antes expuesto, es preciso señalar primeramente
que es destacable el auge que ha tenido la mujer a nivel social, no solo en
relación a la visibilización de la problemática, sino también a lo que implica
que las propias mujeres sientan la necesidad de exigir sus derechos, puesto que
aun cuando se ha avanzado mucho en torno al resguardo de estos derechos, lo que
se ve reflejado en la posibilidad que la mujer pueda votar, trabajar para
mantener el hogar, e incluso que pueda postular a cargos de responsabilidad, se
han postergado otros temas igualmente importantes como es por ejemplo los
derechos reproductivos de la mujer, vinculado a la vida del que está por nacer,
así como del cuerpo de la madre, donde es necesario plantear que de igual
manera es preciso considerar al padre, pensando por cierto en el logro de la
igualdad entre hombres y mujeres, considerando que ellos tienen los mismos
derechos y obligaciones con los hijos, por lo que la decisión debiera basarse
en la opinión de ambos, sin que un tercero intervenga aquello.
Como segundo punto a destacar, es la relación asimétrica existente
entre hombres y mujeres, donde no solo se expresa lo mencionado en el párrafo
anterior, sino que además aparece como tema central en la discusión, la
relevancia de la cultura en la permanencia de esta situación, lo cual resulta
ser paradójico, debido a que si se realiza un análisis cuantitativo, el número
de hombres y mujeres que pueblan Chile por ejemplo, es muy similar, no existe
una gran diferencia, es más, ésta se inclinaría hacia el lado femenino, por lo
cual inquieta pensar que la mujer siga permitiendo que se repliquen situaciones
de discriminación y descalificación. Aun cuando desde un punto de vista
fisiológico, esto podría justificarse a razón de ciertas características que
determinan las habilidades de unos y otros, como es la fuerza y la estructura
ósea. De todos modos, se espera que existan organismos que apoyen a las mujeres
y promuevan el respeto por el otro. Por tal hecho, la única forma de terminar
con la asimetría existente hasta ahora, la cual ha provocado el distanciamiento
entre hombres y mujeres y la delimitación de labores que inicialmente son
complementarias, como es el caso de la crianza. Es apuntar a compartir
efectivamente los deberes y obligaciones, donde no se siga denigrando a la
mujer, puesto que con esta acción se sigue profundizando la asimetría existente
y generando en las propias afectadas la idea que aquel trato es el que merecen,
que solo tienen utilidad en las labores del hogar, y que además el cuidado de
los niños le corresponde solo a ella, sumando que su rol es estar en el hogar,
ya que el hombre es el encargado de proveer de dinero a la familia, etc. Asimismo
avanzar a la integración de hombres y mujeres en la construcción de una sociedad
donde el respeto por el otro sea fundamental y no se busque coartar la libertad
del género opuesto, donde tal hecho debiera iniciar en la práctica diaria, no
sólo de las mujeres que sufren algún tipo de maltrato, sino también del
colectivo completo, donde estudiantes, profesionales y organismos en general se
preocupen de trabajar el enfoque de
género y llevarlo a la práctica.
Bibliografía
Hernández, Yuliuva (2006): “Acerca del género como categoría Analítica”. Universidad de
Oriente. Santiago de Cuba
Jelin, Elizabeth (1996): “Igualdad y diferencia: dilemas de la
ciudadanía de las mujeres en América Latina”. Universidad de Buenos Aires,
CONICET. Argentina.
Montecino, S. (1996). “Identidades de género
en América Latina: mestizajes, sacrificios y simultaneidades” [versión
electrónica]. Persona y Sociedad. Chile
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