domingo, 4 de agosto de 2013

El ser mujer y su relación con la sexualidad


A lo largo de la historia, la mujer siempre se ha visto disminuida con respecto a la imagen del hombre y al protagonismo que ha asumido éste en la misma, ya sea a nivel económico, político, social y/o cultural, esto también asociado a su participación dentro de la sociedad, puesto que ha tenido la posibilidad de desempeñarse en distintas áreas, donde ha podido asumir el control de importantes proyectos, no sólo políticos, sino también sociales y culturales, donde ha marcado presencia y se ha destacado en ellos, dejando un breve espacio para que la mujer pueda ir ocupando nuevos puestos, que le permitan competir de igual a igual con sus pares hombres, sobre todo asumiendo cargos de responsabilidad que siglos atrás se le hubiesen negado, ya sea por falta de confianza en las capacidades existentes, así como por la poca experiencia que poseerían ellas. Del mismo modo, otro aspecto que genera discusión, es la relación que tienen con su propio cuerpo, debido que para el hombre existe mayor libertad en la toma de decisiones, no sólo sobre sí mismo, sino sobre el cuerpo y la sexualidad de la mujer, donde muchas veces las mismas permiten que esto ocurra, pero con el tiempo ha surgido la dicotomía donde ellas se han cuestionado la posibilidad de compatibilizar la visión del colectivo con la percepción propia, y poner en disputa la cabida que tienen sus decisiones personales referente a este tema.

Para poder analizar lo anterior, es importante tener presente que el ser mujer, desde lo que se entiende en base al género y sexo, va a incidir en las posibilidades de insertarse socialmente, esto en relación al desenvolvimiento con el colectivo y la realización personal. Por un lado, el género apunta a “la construcción cultural de las diferencias sexuales. Vale decir, cada grupo humano elaborará una determinada manera de concebir lo masculino y lo femenino, así como las relaciones entre ambos, y esa elaboración tiene que ver con  su historia particular, con su modo específico de morar el mundo” (Montecino, 1996. p.187). En ese sentido, si se reflexiona en torno a la película la “Teta Asustada”, es posible notar cómo el ser mujer se relaciona con el ser madre, esposa e hija, es decir que su vida esté normada por esos roles, ya sea por la importancia que se le atribuye al matrimonio, por las expectativas que se tienen sobre éste (hijos y vida en pareja), y por las pocas oportunidades que se vislumbran en torno a la realización profesional femenina, sumando que esta proyección futura es un patrón que generalmente se repite de generación en generación, por lo que las madres enseñan a sus hijas, lo que sus progenitoras les enseñaron antes, cuestionando duramente la plausibidad de optar por no seguir con la tradición patriarcal, donde “es posible constatar que toda la vida de los seres humanos se halla atravesada por su condición genérica femenina o masculina, mediatizando así las maneras de sentir, pensar y actuar la realidad, configurando la subjetividad individual”, la cual provoca que en la escala valórica adquiera mayor importancia el responder a ciertas “obligaciones” que muchas mujeres plantean les son más propias que otras, de hecho, no hace mucho tiempo se criticaba que las féminas fueran futbolistas, asumieran trabajos en las minas, talleres mecánicos, etc. así como el mismo hecho de la inserción de la mujer al mercado laboral en toda la extensión del suceso. (Hernández, 2006. p.3). En esa línea, esto puede estar directamente vinculado a los principios de igualdad y libertad, considerando, por cierto, que apelar a la igualdad resulta complejo, empezando por la distinción que se debe hacer a partir de lo que se comprende por sexo, puesto que éste se “refiere a los rasgos fisiológicos y biológicos de ser macho o hembra” (Hernández, 2006. p.1), por tanto es hereditario, o sea, las cualidades y capacidades de uno u otro estarán expresadas a raíz de esta condición, donde habrá una estructura ósea distinta, una motricidad fina determinada, etc. así como habilidades existentes que se van trabajando con el tiempo, por cierto, esto no quiere decir que las mujeres sólo estén capacitadas para un tipo de labor, sino más bien que esto visto desde una perspectiva machista, a partir de características específicas, genera que se les encasille de un modo particular, e invalide en base a la realización de labores concretas, como es el cuidado de los hijos, la mantención del hogar y el atender al esposo, consiguiendo con ello que cualquier aspiración personal se vea postergada. Bajo este precepto es que el mundo de lo privado fue delegado a la mujer, mientras que lo público era dominado principalmente por hombres, por tal hecho el concepto de ciudadanía adquiere un valor distinto para cada genero, sobre todo en cuanto a toma de decisiones, tanto en lo político como en relación al mundo propio, confinando a la mujer a la vida doméstica, donde tampoco el trabajo llevado a cabo por ellas se le asigna algún valor, sino más bien se le quita importancia y se asume como una obligación innata.

“En el imaginario social, lo esencial en la feminidad, desde su construcción sociocultural, es lo natural, lo biológico, representado en la capacidad exclusiva de la maternidad y de ahí ‘emocionalidad’, el cuidado, el ser para los otros, la fragilidad, la dependencia, entre otros. Mientras que la masculinidad, viene dada por la cultura, la creación, el pensamiento abstracto, la trascendencia social de la biología. De ello se desprende que lo relacionado con lo natural-biológico-mujer, en el proceso de construcciones simbólicas y la práctica concreta, emerja como inferior o subordinada a la cultura-hombre” (Hernández, 2006. p.3), ante este escenario con los estudios de la mujer, y el auge que cobran ellas a nivel social, ya sea a través de estos mismos estudios como de los movimientos feministas, se logra el reconocimiento del valor de la producción doméstica y del papel de las mujeres en la red social que apoya y reproduce la existencia social. En los años setenta se hacía necesario hacer visible lo invisible. Reconocer, nombrar y otorgarles existencia social, puesto que la existencia es un requisito para la autovaloración y para la reivindicación (Jelin, 1996), por tal hecho es que las demandas de la mujer se van volviendo cada vez más recurrentes y con mayor adhesión, posesionándose así una identidad distinta, donde las reivindicaciones, “las prioridades políticas o los ámbitos de lucha en contra de discriminaciones y opresiones pueden variar, siempre y cuando se reafirme el derecho a tener derechos y el derecho (y el compromiso) de participar en el debate público acerca del contenido de normas y leyes” (Jelin, 1996.p.4). Con ello se estaría avanzando a dejar de lado el universalismo y esa concepción donde existen características propias de todas las mujeres, donde se generaliza el ser mujer a partir de hechos particulares y cotidianos como es el tiempo de demora en arreglarse, la compulsividad en las compras, la indecisión y falta de claridad frente a ciertas situaciones, entre otras, asumiendo de este modo que no existe opción de que una fémina se comporte de manera distinta. Frente a esto, cada cultura elabora de manera diferente lo que es ser hombre y ser mujer, es decir cada cultura elabora sus propias identidades de género a partir de su condición biológica, de las diferencias propias entre los sexos, por ello en la película se ve la importancia de la sexualidad reflejada en la protagonista, justificada a partir de un hecho histórico, entendido desde la cosmovisión y vivencias de Perú, donde la “Teta Asustada” es una enfermedad que se transmite por la leche materna de mujeres que fueron violadas por soldados durante el terrorismo en dicho país, donde los/as afectados nacen sin alma, porque a raíz del susto sufrido frente a la agresión estando en el vientre de la madre, el alma se esconde en la tierra, cargando los/as perturbados/as un terror hereditario, que los/as aísla de los demás. Esta creencia andina del traspaso del miedo y la tristeza de madre a hijo/a, puede ser comprendido además desde la construcción simbólica del género, puesto que las diferencias biológicas encuentran significado dentro de un sistema cultural específico determinado por la sociedad a la cual se pertenezca (Hernández, 2006), es así como no podría entenderse la transmisión del miedo por parte del padre a los hijos por otros medios, debido a la concepción existente con respecto al apego de la madre con los niños, y a su labor maternal, esto en cuanto a cuidados, abrigo, alimentación, seguridad, etc. A esto también se suma el desarrollo de la sexualidad por parte de la mujer, y como ésta es percibida por el hombre, porque estando en pareja, muchos creen que sus esposas o novias son de su propiedad, por lo que ellas están obligadas a obedecer y a acatar todo lo que planteen. Asimismo en casos de conflictos bélicos se manifiesta otra forma de vulnerar los derechos humanos de las mujeres, esto a través de la violencia sexual, donde se les obliga a tener relaciones de este tipo y/o se  abusa de ellas (niñas y madres), donde tal conducta se vería amparada en la asimetría de los géneros y la posición inferior de las mujeres, hecho que sería un factor común para todas las culturas, donde de acuerdo a esta posición, ellas siempre se hallarían  asociadas a lo que la cultura desvaloriza, debido a la correlación de la mujer con lo natural, la naturaleza (Hernández, 2006). De la misma manera, desde la perspectiva de la construcción social, esta convivencia dispar sería explicada en base al papel económico que juega la mujer en la sociedad, determinado por la división sexual del trabajo, donde el origen de la subordinación de las mujeres, el matrimonio monogámico y el desarrollo de la familia, esto ligado al surgimiento de la propiedad privada (Hernández, 2006), viéndose a la mujer como una mercancía sin voluntad propia para decidir qué hacer con su vida. Por tanto este punto, sobre todo el matrimonio monogámico, no existe debido a la creencia religiosa que Dios plantea que la unión entre hombre y mujer se debe dar solo entre una pareja, sino que el hombre lo estipula de tal manera para asumir un dominio importante sobre la mujer, consiguiendo con esto que ella no tenga oportunidad alguna de tener una relación con otro hombre además de él, caso contrario es lo que ocurre muchas veces con ellos, que pueden asumir múltiples relaciones amorosas y para los ojos de la sociedad es visto como ganador, como alguien que merece respeto, mientras que la mujer es percibida como impura y desleal, mereciendo de esta manera todo el desprecio y juicio social. Es así como para la situación de las féminas, el “cuerpo al tener la capacidad de gestar la vida, cobra un valor social muy especial. La necesidad del control del cuerpo de la mujer proviene de la simultaneidad de la propiedad privada y la transmisión hereditaria de la propiedad. Cuerpo que da placer sexual, cuerpo que da hijos. Cualquier intento de ejercer poder sobre la reproducción implica apoderarse y manipular el cuerpo de las mujeres, sea de forma privada o pública (políticas de población, ideologías y deseos de paternidad), donde el deseo de las mujeres puede contar, o no”. (Jelin, 1996. p.10), En base a esta postura, es que se ve justificado además el imponer una visión en referencia a los derechos reproductivos de las mujeres, fundamentada en elementos valóricos, que se presumen son compartidos a nivel social. La fuerte presencia de la Iglesia Católica y el tradicionalismo ideológico, el enraizamiento de prácticas e ideologías que culpabilizan a la víctima, (Jelin, 1996. p.10) genera que se sancione a quien no respete aquel dictamen, logrando así que aquellas mujeres que estimen conveniente abortar, por ejemplo, deban realizar esta acción de manera clandestina, exponiéndose a tener perjuicios tanto legales como de salud, siendo a partir de este momento donde se tensionan los derechos individuales con los derechos colectivos, donde se vuelve más respetable procrear antes que “matar una vida”. Es de este modo como se puede entender, lo que ocurre en el caso de Fausta, quien se introduce una papa en su órgano reproductor como método de prevención de embarazo en caso de violación o abuso sexual, pero que debe enfrentar y convivir con ella, donde no se le da la posibilidad de elegir que hacer con su cuerpo, sino que se asume que la única manera de evitar cualquier situación de vulneración de derechos es a través de esta acción. Considerando lo antes mencionado, es que es posible apreciar el control de la libertad de las mujeres en torno a su sexualidad y a su desenvolvimiento personal y profesional.

En relación a esta temática, el industrialismo y la modernidad trajeron cambios sustanciales en la modalidad de apropiación del cuerpo femenino, sin eliminarla: se producen nuevos desarrollos tecnológicos para prevenir embarazos y combatir la esterilidad, generándose así un nuevo ideal de familia con pocos hijos. (Jelin, 1996. p.10). No obstante estos adelantos, aun se siguen reglamentando los derechos reproductivos de las mujeres, donde en el caso de Chile además de ser prejuiciosos con la temática sexual, en cuanto a actividad y postura referente al tema. Se mantiene el control de la natalidad de las mujeres, en cuanto a decisión y herramientas para continuar o no con un embarazo, delegando esta labor a un grupo de personas que deben dirimir sobre este hecho, como es el Tribunal Constitucional. Frente a esto se podrá cuestionar que quienes integran dicho organismo son hombres y por tanto no tienen una visión global de lo que implica ser madre, pero a su favor es importante plantear que para avanzar en el tema es necesario que exista “co-responsabilidad materna y paterna en el cuidado de los hijos, lo que requiere que los padres tengan voz en la decisión del cuándo y el cómo de la concepción y gestación de sus hijos. Y esto vuelve a plantear la necesidad de pensar la dimensión relacional de la pareja y de la sociedad en el tema de los derechos reproductivos, para así superar la visión de una lucha entre las unas y los otros. (Jelin, 2006. p.12),

Frente a todo lo antes expuesto, es preciso señalar primeramente que es destacable el auge que ha tenido la mujer a nivel social, no solo en relación a la visibilización de la problemática, sino también a lo que implica que las propias mujeres sientan la necesidad de exigir sus derechos, puesto que aun cuando se ha avanzado mucho en torno al resguardo de estos derechos, lo que se ve reflejado en la posibilidad que la mujer pueda votar, trabajar para mantener el hogar, e incluso que pueda postular a cargos de responsabilidad, se han postergado otros temas igualmente importantes como es por ejemplo los derechos reproductivos de la mujer, vinculado a la vida del que está por nacer, así como del cuerpo de la madre, donde es necesario plantear que de igual manera es preciso considerar al padre, pensando por cierto en el logro de la igualdad entre hombres y mujeres, considerando que ellos tienen los mismos derechos y obligaciones con los hijos, por lo que la decisión debiera basarse en la opinión de ambos, sin que un tercero intervenga aquello.

Como segundo punto a destacar, es la relación asimétrica existente entre hombres y mujeres, donde no solo se expresa lo mencionado en el párrafo anterior, sino que además aparece como tema central en la discusión, la relevancia de la cultura en la permanencia de esta situación, lo cual resulta ser paradójico, debido a que si se realiza un análisis cuantitativo, el número de hombres y mujeres que pueblan Chile por ejemplo, es muy similar, no existe una gran diferencia, es más, ésta se inclinaría hacia el lado femenino, por lo cual inquieta pensar que la mujer siga permitiendo que se repliquen situaciones de discriminación y descalificación. Aun cuando desde un punto de vista fisiológico, esto podría justificarse a razón de ciertas características que determinan las habilidades de unos y otros, como es la fuerza y la estructura ósea. De todos modos, se espera que existan organismos que apoyen a las mujeres y promuevan el respeto por el otro. Por tal hecho, la única forma de terminar con la asimetría existente hasta ahora, la cual ha provocado el distanciamiento entre hombres y mujeres y la delimitación de labores que inicialmente son complementarias, como es el caso de la crianza. Es apuntar a compartir efectivamente los deberes y obligaciones, donde no se siga denigrando a la mujer, puesto que con esta acción se sigue profundizando la asimetría existente y generando en las propias afectadas la idea que aquel trato es el que merecen, que solo tienen utilidad en las labores del hogar, y que además el cuidado de los niños le corresponde solo a ella, sumando que su rol es estar en el hogar, ya que el hombre es el encargado de proveer de dinero a la familia, etc. Asimismo avanzar a la integración de hombres y mujeres en la construcción de una sociedad donde el respeto por el otro sea fundamental y no se busque coartar la libertad del género opuesto, donde tal hecho debiera iniciar en la práctica diaria, no sólo de las mujeres que sufren algún tipo de maltrato, sino también del colectivo completo, donde estudiantes, profesionales y organismos en general se preocupen de  trabajar el enfoque de género y llevarlo a la práctica.


Bibliografía
Hernández, Yuliuva (2006): “Acerca del género como categoría Analítica”. Universidad de Oriente. Santiago de Cuba
Jelin, Elizabeth (1996): “Igualdad y diferencia: dilemas de la ciudadanía de las mujeres en América Latina”. Universidad de Buenos Aires, CONICET. Argentina.

Montecino, S. (1996). “Identidades de género en América Latina: mestizajes, sacrificios y simultaneidades” [versión electrónica]. Persona y Sociedad. Chile

El tiempo pasa... ¿nos queda algo?

Un día como cualquiera, con ganas de cerrar ciclos y seguir el camino, decides cerrar procesos y guardarlos en lo más remoto y confortable del corazón, con ello el revivir momentos, personas, lugares se vuelve inevitable; entonces el recordar es solo el inicio... ¿dónde quedan esas palabras sinceras llenas de buenas intenciones y cubiertas de amistad? ¿acaso no es posible buscar tu destino y mantener a las personas que quieres contigo? es cierto, ya no somos los mismos, y probablemente no lo volvamos a ser, el día a día tiene por misión moldearte y ayudarte a buscar el propio yo, aquel que se encuentra perdido entre sueños y confusiones, que quizá algún día podamos resolver... y mientras tanto el tiempo pasa, nos apura y sin darnos cuenta dejamos de lado lo importante ¿o será que eso nos abandona a nosotros? lo cierto es que netamente podremos responder por nuestras acciones... y el tiempo sigue avanzando... y la conclusión es la misma, ya no somos los mismos y no lo seremos ¿que nos queda? como sea, por el momento concretar los planes pensados y seguir estando en medio sin quererlo, a lo mejor un día las piezas vuelven a estar en el lugar que una vez ocuparon.

lunes, 27 de febrero de 2012

“El camino hacia la Pericia Social: Desde el enfoque de necesidades al enfoque de derechos”

Los inicios del Trabajo Social manifestaban esa simpleza de un quehacer incipiente, donde el Servicio Social y posterior Asistencia Social dejaban entrever una realidad compleja, donde las buenas intenciones no serían suficientes para abordarla, por ello el aporte de Mary Richmond en la teorización y sistematización del Trabajo Social, a partir de la formalización de los contenidos técnicos e ideológicos fueron el inicio para dar seriedad y dinamismo a la labor.

Por otro lado, el Trabajo Social es visto desde dos posiciones claramente marcadas, la primera que tiene relación con una profesión más activa, transformadora y que busca grandes cambios, y otra visión de tipo asistencialista donde el paternalismo es un elemento esencial, allí no se apela a la superación de las personas sino que a satisfacer necesidades inmediatas sin una proyección a futuro. Caer en estos dos extremos puede llevar al dilema entre lo que se quiere hacer como profesional y lo que en realidad se puede realizar o bien al conformismo absoluto, y por ende a la monotonía y falta de innovación en la profesión. Asimismo, es preciso señalar que dentro de la misma, hay múltiples áreas que pueden ser trabajadas sin necesariamente caer en estos extremos, sino más bien darles el equilibrio necesario para poder desarrollarlas de forma efectiva. Es en base a lo mencionado que la Pericia Social aparece como una alternativa a trabajar, a pesar de lo desconocida que pueda resultar, por ser un ámbito no muy abordado por la academia, lo cual es un problema para los futuros trabajadores sociales, porque carecen en ocasiones de las competencias mínimas para desempeñar dicha labor.

La Pericia Social en cuanto a su desarrollo, aporte y valoración en el campo laboral, ha sido condicionada por el contexto y reformas políticas que se han hecho a lo largo de nuestra vida republicana, esto debido a que los requerimientos y requisitos en la labor del profesional son distintos según el avance de las reformas en lo que refiere a justicia. “El cambio del sistema procesal a un modelo de justicia oral implicó el fin de un enfoque vertical, secretista y en el que la víctima no cuenta con un protagonismo procesal, ya que el Estado es quien actúa en su representación y su reemplazo por otra mirada transparente con plazos acotados, que reconoce a la víctima como sujeto protagónico de la función reparadora, con garantía para los derechos ciudadanos y con procedimientos que en algunos casos, como en la mediación familiar, se fundamentan en la capacidad de las personas para decidir sobre sus propios asuntos” (Ruz, 2010. p. 1). Es así como la consideración de la labor del Perito Social tuvo un cambio importante, pues antes de esta modificación el profesional tenía como principal instrumento de trabajo el Informe Social, herramienta que le permitía recopilar y sintetizar información que pretendía abordar el enfoque de necesidades, es decir, centrarse  en la entrega de datos al juez en base a una necesidad que requería una respuesta y que dicho documento podía entregar, es de este modo como “la Asistente Social era experta en asuntos de marginalidad, pobreza y desamparo, menores y delincuencia, en definitiva en evaluar el “riesgo social” (Henríquez, 2008. p. 2), es en ese entonces como el énfasis se ponía en la entrega de datos concretos sin una impronta necesariamente integradora, ya que no se apuntaba a considerar a la persona en cuanto a sus conflictos, anhelos y al contexto en el que se desenvolvía, simplemente el interés iba en recoger antecedentes que pudiesen explicar la falta o carencia de recursos, por ello el valor que adquiere el nuevo paradigma resulta elemental para humanizar lo hecho hasta ahora, pues no se trata únicamente de la visión del profesional, sino además de cómo se va construyendo con las personas a partir del lenguaje y sus significados (hermenéutica), por lo mismo resulta tan determinante el juicio oral, ya que es a partir de esto como el Perito Social se desafía en cuanto a la interpretación de las declaraciones y como él es capaz de manifestar aquello a los profesionales participantes. En este proceso dialogante “lo que interesa es ampliar las posibilidades de explicación de los fenómenos humanos y sociales, donde necesariamente el profesional perito está incluido como observador interesado y co-explicador de la vida de las personas y sus dinámicas sociales” (Cisternas, 2009. p. 3), teniendo como principio fundamental los derechos humanos, que si bien en variadas ocasiones no se respetan, el desafío está en que ello ocurra o bien se avance hacia allá, por eso se debe empezar por “el acceso de todo ser humano, sin discriminaciones a la posibilidad de ser tomado en cuenta y de tomar parte activa de  sus procesos de construcción” (Cisternas, 2009. p. 3), pues si se apela al paso de un enfoque de necesidades a uno de derechos, lo que debe primar es el respeto y consideración que se debe tener hacia la persona con la que se está trabajando. Por lo mismo y gracias a los avances logrados, la labor del Perito Social no sería únicamente emanar un Informe Social donde se manifiesta una carencia como se hacía antaño, sino que dicha evacuación tendría relación con aspectos de tipo familiar, económico y las posiciones de las personas frente a los hechos denunciados, lo cual permitiría “a la autoridad judicial comprender la ocurrencia de ellos y los lineamientos que deben ser considerados en la sentencia judicial” (Cisternas, Rojas, 2008. p. 3).

La formación del Perito Social debe realizarse en tres niveles: académico, de destrezas intelectuales y a nivel profesional (Cisternas, Rojas, 2008), hecho que lleva a cuestionar la preparación que buscan los programas académicos, pues en base a ello es que quienes quieran desempeñarse en este ámbito están en desventaja con respecto a otras áreas del Trabajo Social, entendiendo que antes el paradigma era otro y era necesario dar énfasis al Informe Social a partir de formatos tipo que respondían el enfoque de necesidades del juez de menores (Henríquez, 2008), pero eso ha cambiado, y el llamado es a que los futuros profesionales apliquen esta visión holística en la Pericia Social, pues solo con integralidad, la labor irá encaminada a que la justicia se haga con las personas y para las personas.

Bibliografía

Cisternas, Iván (2009): “Las tensiones epistemológicas en la acción pericial: Una comprensión desde lo intercultural”. Revista Virtual del Colegio de Trabajadores Sociales, Regional Santiago. Chile.

Cisternas, Iván, Rojas, Paola (2008): “El Trabajo Social en el contexto de la Reforma Judicial en Chile”. Revista Virtual del Colegio de Trabajadores Sociales, Regional Santiago. Chile.

Cisternas, Iván, Rojas, Paola (2008): “La necesidad de formación del Perito Social Forense”.  Revista Virtual del Colegio de Trabajadores Sociales, Regional Santiago. Chile.

Henríquez, Sergio (2008): “El peritaje social con enfoque de derechos, nuevos paradigmas a partir de las reformas judiciales”. Puentes consultores. Chile.

Ruz, Omar (2010) “Trabajo Social y Reforma de la Justicia de Familia”. Revista Virtual del Colegio de Trabajadores Sociales, Regional Santiago. Chile.







¿Se puede construir una ética del Trabajo Social?

El trabajo Social desde sus inicios ha sido una profesión con un gran sentido social, ya sea por su cercanía con las personas, su compromiso con las problemáticas sociales y/o particulares y con la propia visión de la carrera, la cual se ve fuertemente influenciada por el contexto en el cual se desarrolla ésta, pues es preciso señalar que la labor desarrollada en un comienzo, tenía directa relación con temáticas de higiene y cuidados en salud, hecho que con el paso y avance de la disciplina ha ido variando constantemente. En ese sentido, la ética es un elemento esencial en la transformación que ha tenido la labor hasta nuestros días.

Para comenzar, es importante considerar que el trabajador social se ve continuamente enfrentado a diversas situaciones que ponen en jacke su ética profesional pero sobre todo personal, esto se da principalmente, por la relevancia que tiene en nosotros los valores propios y la forma en cómo miramos el mundo, lo que en ocasiones se ve contrapuesto a lo que el código profesional nos plantea. En palabras simples, ¿Qué pasaría si un profesional debe trabajar con una persona homosexual que acude a él para que lo oriente, teniendo un concepto de familia compuesto por un hombre y una mujer? ¿Será capaz de dejar a un lado su concepción de vida y atender la problemática?, la respuesta podría ser obvia, puesto que al estar ejerciendo y lo que se inculca en la formación académica es que tenemos un código ético que debe ser llevado a cabo. Por lo mismo, si se nos dice que “los trabajadores sociales tienen la responsabilidad de oponerse a la discriminación negativa por razones de capacidad, edad, cultura, género o sexo, estado civil, estatus socioeconómico, opiniones políticas, color de la piel u otras características físicas, orientación sexual o ideas religiosas” (FITS, 2004. p.2)  esto debiera ser una máxima sin mayor cuestionamiento, ahora bien ¿Qué sucede con nuestra propia ética? ¿Es posible dejarla de lado en un 100% al momento de ejercer?, pareciera que sí, pero si nos enfocamos en que ética sería “un conjunto de normas que un sujeto ha esclarecido y adoptado en su propia mentalidad” (Soto, s/f. p.5) donde además este proceso se da a través de la reflexión y análisis que el mismo sujeto ha realizado, siendo un suceso que se da de manera interna y que no involucra la visión de la sociedad (Soto, s/f)  la discusión pasa a tener un tinte distinto.

Considerando lo antes mencionado, ¿Qué relación tiene la ética con la libertad? ¿El trabajo social como profesión puede hacerse cargo de esta relación?, primeramente, es importante aclarar a que apunta esto. Como bien se planteaba en el párrafo anterior, la ética desde este punto de vista sería una construcción propia a partir de preceptos que se nos entregan como insumo y que en base a la reflexión que se pueda hacer de ello, será adoptada o no, entonces el medio donde nos desenvolvemos y lo que vamos aprendiendo en nuestra vida son elementos importantes para la formación de nuestra ética. En esa línea, si una persona tuvo un accidente lo suficientemente grave como para quedar tetrapléjico y completamente dependiente de los demás decide morir, pues a raíz de lo que él considera, la vida que está llevando a cabo no es digna, ¿Cuáles serían las razones para negarle esta posibilidad?, tomando en cuenta que estamos apelando a que cada persona en su mundo interno va forjando su propia ética, donde estarían incluidos sus valores, “de modo que ciertas cosas nos convienen y a lo que nos conviene solemos llamarlo “bueno” porque nos sienta bien; otras, en cambio, nos sientan pero muy mal y a todo eso le llamamos “malo”. Saber lo que nos conviene, es decir: distinguir entre lo bueno y lo malo, es un conocimiento que todos intentamos adquirir -todos sin excepción-” (Savater, 1991. p.21), por tal circunstancia, los cuestionamientos que van dirigidos a la acción que quiere realizar está persona y que son justificados por una mirada ética, en un sentido práctico es lo que a nosotros nos parece bueno o malo, o bien lo que alguien más nos dijo. Es de este modo como a partir de tal hecho podemos señalar que esta transformación hacía lo bueno y lo malo es lo que nos llevaría a la moral, porque “tiene una base social, siendo un conjunto de normas establecidas en el seno de una sociedad y como tal, ejerce una influencia muy poderosa en la conducta de cada uno de sus integrantes” (Soto, s/f, p.6),  teniendo esta característica, se vuelve completamente impositiva, determinando toda acción de las personas, y en el caso que este actuar no sea acorde a lo que dicha moral plantea, la sanción social no se deja esperar. Pensando en aquello, ¿Dónde quedaría esta libertad para construir nuestra ética y la forma de llevarla a cabo?, pues a partir de la definición que hemos utilizado, la palabra que se puede rescatar de la misma es la “libertad”, libertad en la reflexión, análisis y adopción de una mentalidad específica, por lo mismo, si este personaje decide morir, ¿Por qué no dejar que lo haga?, pues es su decisión y juegan en esto varios elementos que apoyarían dicha moción. Lo primero es que si bien hay una visión concreta en cuanto a la vida, ya sea a nivel social, moral y jurídico, también “por mucha programación biológica o cultural que tengamos, los hombres siempre podemos optar finalmente por algo que no esté en el programa (al menos que no esté del todo)” (Savater, 1991. p.29), por ende la posibilidad de elegir está a la vuelta de la esquina, el problema surge cuando esa capacidad se niega, e impone a una sola posición, pues más allá de la propia postura de la persona en sí, es del profesional que debe poner en la balanza su ética personal y la profesional, aun cuando para muchos la segunda tiene mayor importancia. En segundo lugar, “no somos libres de elegir lo que nos pasa, sino libres para responder a lo que nos pasa de tal o cual modo” (Savater, 1991. p.29), en ese sentido la imposición de la sociedad estaría impidiendo que esto se lleve a cabo. Es claro, nadie desearía quedar tetrapléjico y dependiente en gran medida, más aun una persona que en el transcurso de su vida se desarrolló con total autonomía, por ende, desde este punto de vista es totalmente factible el disponer de su vida apelando a este principio. Si a esto le sumamos que actualmente la concepción de libertad apunta a que se puede elegir en el mercado, donde la propiedad privada es parte de este desarrollo personal que se va gestando, entonces ¿Por qué no ver la vida como parte de dicha propiedad?, es probable que bajo este análisis tal hecho se considere antiético por donde se le mire, ya sea porque la vida no es un producto más, el cual se pueda comercializar o acabar con él en cualquier momento, porque involucra a todo un sistema familiar y porque hay sentimientos de por medio, además de la expresa visión de la sociedad que crítica este proceder, lo que se ve completamente normado por un marco jurídico que limita toda acción que apunte a vulnerar aquello. El gran conflicto que se presenta es que “no podemos hacer cualquier cosa que queramos, pero también es cierto que no estamos obligados a querer hacer una sola cosa” (Savater, 1991. p.29), en concreto tal afirmación no sería tal, pues como no está legalizada la eutanasia, la persona debe seguir viviendo aun cuando no quiera hacerlo, en cambio, si decide llevarla a cabo igual es sancionado su actuar, generalmente esta normalización de los actos se ve justificada a partir de la idea que, si esto se ve reglamentado, el acto en cuestión se vería recurrentemente cometido, afectando el orden de la sociedad, en ese aspecto esta posibilidad de optar entre lo que nos parece éticamente correcto y no, se ve truncado.

Retomando la ética profesional, y continuando con la disposición que se pueda hacer de nuestra vida, ¿Qué posición tiene el Trabajo Social con respecto a este punto? Si apelamos nuevamente al código ético, éste plantea que “los trabajadores sociales deben respetar y promover el derecho de las persona a elegir por sí mismos y a tomar sus propias decisiones, sea cuales sean sus valores y opciones de vida, siempre que no amenacen los derechos e intereses legítimos de otros” (FITS, 2004. p.2), de este modo, y ante una situación de este tipo ¿El trabajador social puede apoyar una petición así? ¿Su ética profesional se lo permite sin problemas?, es probable que dicha libertad de acción no sea del todo manifiesta, pues hay algo que se lo impide y es lo jurídico, el profesional puede entregarle todos los insumos a esta persona para que lleve a cabo su deseo, pero siempre habrán terceros involucrados que verán mermado su propio bienestar, donde al desencadenarse esto, toda acción profesional que apunte a dar una respuesta positiva a dicha petición se verá entorpecida, por tanto, aun cuanto mi propia ética sea acorde a la ética profesional, siempre habrá un obstáculo para que esto se desarrolle sin impedimentos.

Concluyendo, resulta sumamente complejo el poder aplicar del todo la ética profesional en el quehacer del Trabajo Social, sin que tus propios valores y esa ética personal que se está formando genere conflicto, por lo mismo y apelando a lo que el código plantea, tomar en cuenta la postura de la persona con la que se está trabajando es fundamental para un desarrollo sano y efectivo de la profesión. Considerando lo anterior, esta construcción ética desde el Trabajo Social no es del todo posible según todo lo antes expuesto, debido a la constante disputa entre lo que creemos y lo que la profesión nos dictamina, por tal razón es posible notar múltiples situaciones en las cuales los valores propios pasan a ser protagonistas en el desempeño del trabajo a realizar, siendo perjudicadas todas aquellas personas que requieren de nuestra labor, por tal hecho el desafío es apuntar a los aspectos en común de ambas propuestas éticas para empezar a construir y desarrollar de mejor forma el quehacer profesional, siendo conscientes que nuestros valores siempre estarán presentes, porque somos parte de la realidad en la que trabajamos. 

Bibliografía
Federación Internacional de Trabajadores Sociales [FITS] (2004): “Código de Ética de la FITS”. Aprobado por la Asamblea General de la Federación Internacional de Trabajadores Sociales y de la Asociación Internacional de Escuelas de Trabajo Social. Australia.

Savater, Fernando (1991): “Ética para Amador”. Editorial Ariel, S.A. España.

Soto, Lilly (s/f): “Diferencias entre Ética y Moral”. Síntesis expositiva http://www.slideshare.net/lili369/diferencias-entre-etica-y-moral. España